domingo, 21 de septiembre de 2025

 La Guariconga y yo

-Mito de la cultura oral betaneña- Dicen que los duendes y las brujas no existen, pero de que los hay los hay, y más aún por allá arriba en los potreros de los Marín. Antes de llegar a ese lugar primero te ladran y corretean un montón de perros, luego vas a llegar a unos pastizales donde se mantienen plácidos unos búfalos, en ese sectorcito hay muchas historias de arrieros perdidos ¡embolatados! por algún duende o alguna mujer bonita. 

Dicen que los Farallones son misteriosos, cerca de la quebrada La Bramadora, esa quebrada que suena como el bramar de alguna mujer perdida entre el espeso vegetal, allí hay un lugar propicio para hacer magia, pero ¡Shhhhh!. Una de esas historias es precisamente la de la Guariconga, un amuleto que le da a su poseedor todo y más de lo que pida, imagínese que es más potente que la mismísima lámpara de Aladino. 


Si quiere escuchar esta historia tome asiento y pídame un cafecito, ¡eso sí, sin azúcar! El café de verdad se toma así ¡a secas! Sin azúcar, o porque cree que los viejos de este pueblo nunca se los lleva la Parca. Esa noche me fui con una olla, candela, machete, me acompañaba también un gato negro que llevaba entre un costal. Conmigo iba el valor que me acompañaba revestido de avaricia y de ganas de tenerlo todo, tener la Guariconga. Mientras subía me fui haciendo el rosario, con calma, contando cada paso, con ganas de devolverme. 


¡Mire! Es sencillo, la Guariconga usted la obtiene del hueso extraído de un gato, sí, por eso llevaba un gato negro en mi costal, se me olvidaba, había luna llena e iban siendo como las doce de la noche. Y entonces en mitad de la nada, con la luz de la luna iluminando todas esas montañas que se hacían sombrías, el sonar del rio, las piedras chocando entre sí, paré, miré para todos lados y comencé a hacer la fogata. Luego puse la olla con agua, un maullido incómodo salía del costal, el vapor salió de la olla, ya era hora. Saqué el minino del costal. Aún recuerdo sus ojos mirándome y entonces cerré mis ojos y lo metí en el agua hirviendo. Llorando, y con el rostro y mis brazos totalmente aruñados, tapé la olla macabra. El fuego se mantuvo hasta que se deshizo, luego esperé a que el agua se enfriará y una vez enfrió invoqué al patas, metí mis manos y comencé a palpar carne deshecha y huesos, luego pregunté: ¿es éste?, una voz infernal, gruesa, respondió: ¡no!, y luego no, y no y no y luego ¡sí! y comencé a correr mientras esa entidad infernal, ese monstruo me perseguía, quería recuperar su Guariconga, pero no, ya sería mía, oro, mujeres, dinero, poder, riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiing… ¡Despierte mijo! que va tarde a coger café, deje de escuchar historias de Guaricongas, duendes y todas esas pendejadas, espabile, mire que lo deja la línea…ah y déjele comida al gato.

jueves, 14 de abril de 2016

El lobo


“El hombre es lobo para el hombre”
Hobbes


Algunas veces cuando escapa el lobo que hay dentro de mí, siento que la raza humana se parece mucho a él, siento que debo aullar con fuerza, debo gritar que estoy acá.  Y sale ese animal, esa bestia que no asesina porque sí, que no es malicioso, no es humano.  Entre paraje y paraje encuentro ovejas, pero descubro horrorizado que debajo de ellas se esconde otra bestia que no es un lobo, es un humano, un humano que ya devoró ese lobo que tenía dentro de sí.

Mi amiga la muerte


La muerte me saluda todos los días, llega con ese silencio que la caracteriza y se sienta en mi cama. Yo preparo un tinto acanelado para los dos y comenzamos a hablar, ella me cuenta cómo va su día, me describe cada muerto, cada muerte. Prendemos un cigarro y fumamos mientras ella ríe, siempre lo hace cuando me fumo un cigarro, yo sé, ella lo sabe, me estoy matando lentamente.

Algunas veces la noche no llega y yo la espero como un niño, pero sé que está trabajando y aun hay mucha vida por matar.  
 


martes, 18 de marzo de 2014

Desde la otra villa... mirando miradas

Ciudad que nos silencias y callas nuestros ojos...ciudad dormida que quieres despertarnos con tu bullicio. Ciudad ramera, ciudad mía, tuya, de nadie...
Ciudad al fin y al cabo.

A un costado de la Autopista en dirección sur-norte hay una casa inmensa, es quizás la mas grande de la ciudad.  Es esta una edificación sin techos ni paredes, una casona con un corredor largo, muy largo, y un patio que se confunde con las habitaciones.  Ratas, perros y gatos son las mascotas de los habitantes de ésta singular "casita" que mas bien parece una villa, una villa inmersa en la Villa de Aburra. Aquí no hay grandes edificios, centros comerciales o iglesias pero si hay carpas de plástico, de lona, casitas con la imagen de un político, o cajas de madera adecuadas como apartamentos para vivir.  Es una villa surreal digna para una historia de Cortazar, quizás Julito hubiese encontrado allí sus cronopios, sus famas y sus esperanzas.
Tarde de jueves con nubes grises amenazantes, anunciando que pronto mojaran la ciudad y la llenará de agua. Pronto lloverá y todo será un pequeño caos invernal, uno de esos caos donde los puentes se convierten en parqueaderos y escampaderos  improvisados para motociclistas y transeúntes.  La avenida del rio está tranquila aunque infestada de mucha gente, de muchas mentes que están en la tierra pero que, en verdad, se encuentran a miles de kilómetros de altura de una realidad que ya no les acompaña, ya no les interesa.

Descenso al otro lado del camino...

Es un mundo terriblemente fascinante, una pequeña villa llena de hadas, ogros, enanos y elfos.  Son las dos de la tarde.  En silencio me sumerjo en un casino  improvisado que pusieron cerquita del puente que cruza sobre el rio Medellín, por el sector de la minorista.  Allí se hallan algunos jugadores bastante singulares, cada uno con pipa en mano y con sus cabecitas llenas de monedas que llegarán a sus manos para comprar un polvito amarillento que los asustará un poquito.  Un hombre delgado, con un mocho de jean, bastante sucio, y una camisa blanca, que ahora es caqui, dirige el juego de dados.  Una varilla doblada con empuñadura elaborada con cinta aislante sirve para recoger el dinero o traer los dados y llevarlos de un lado a otro.  El "crupier", o el organizador y administrador de su improvisado casino, sigue recogiendo las monedas de cien que le lanzan los jugadores.  Su cabello le llega a los hombros y al parecer es lacio aunque es perceptible que ya son muchas las semanas que no lo lava. 
Es una escena surreal donde los rostros carbonizados por el mugre de la calle, manos llenas de callos, amarillentas, por los quemones provocados por el bazuco.  Ojos desorbitados allí y allá, ojos tristes, vacios.  Sonrisas desproporcionadas, exageradas, fingidas, conjugadas en una obra de teatro donde la dirección, el escenario y los actores los proporcionan las drogas, en especial esas que llaman "psicoactivos". 
El tramo comprendido entre el puente de la minorista y el puente de la Universidad de Antioquia se convirtió, desde hace ya varios meses, en el asentamiento de quienes fueron desplazados de la zona céntrica de medellín.  Antes se les veía deambular, dormir, comer, juguetear entre la avenida de Greiff y la minorista, ahora son los nuevos inquilinos de la residencia, al aire libre, más grande de la antigua "ciudad de la eterna primavera".  En ése otro barrio hay carpas allí y allá, ventas de cigarrillos y chiclets, papitas a 200$, bazuco, mariguana.  Hoy una fila de platanos maduros - ¿?-, unos 40 en total,  aguardan para ser asados en unas rejillas de alambre puestas al lado de la autopista en sentido norte.

La suerte no es cosa de todos...



-¿Quién dijo miedo?- le dijo el muchacho de ojos vivaces  a la señora que estaba de cuclillas moviendo sus labios como si le estorabara la boca.  Quién dijo miedo- repitió y esta vez el silencio le dijo que se quedara callado.
La otra jugadora lo mira y lanza unas monedas; el muchacho lanza sus monedas, casa su juego, su apuesta.  El muchacho tira los dados, pierde.  La mujer toma el dinero apostado y mira al joven mientras sus ojos hacen una mueca horrible, pareciera que se fueran a salir de algún rostro.
Le voy a meter ley, mire pues- el hombre me mira y sonríe.  Éste es un joven, ¡sí! aun se ve joven, de unos 30 años, lleva puesta una gorra negra con la teja plana , tiene una camisilla negra  y una pantaloneta azul.  Su rostro esta medio barbado, su mano izquierda sostiene una pipa, su mano derecha se mueve de aquí hacia allá al compas de los dados.  A su lado hay otra mujer con una gorra de brillantinas, una de esas gorras  extrañas que portan las cabezas del siglo XXI, lleva puesto un top negro y una pantaloneta tipo cachetero color blanco.  La mujer es la "hembra" de ese macho que la ha denominado así y que ahora juega desesperadamente mientras la suerte se ríe de él.  Ella también juega y al parecer tiene más habilidad que su macho en cuestión de juegos.

El maestro de ceremonia  sigue dirigiendo  el juego mientras cuenta sus monedas incesantemente.

Le voy a meter ley, ahora si le voy a meter ley- repite el joven sin parar, no deja de hacerlo  mientras se contorsiona al compas de un "pipazo".
-dije que le iba a meter ley porque usted no me ha devuelto cincuenta pesos y el señor es testigo- irrumpe nuevamente el muchacho mientras me mira como quien mira a un delegado de "juegos, rifas y espectáculos", ahora soy otro actor en su juego, un auditor, un testigo ocular, la ley.

De nuevo los ojos inexpresivos de su contrincante no dicen nada, ni siquiera me miran.  Sus labios vuelven a moverse como si estuviesen electrocutados, como si el bazuco manipulara sus músculos y, en efecto, lo hacen.

Una pequeña moneda plateada de cincuenta pesos cae sobre la alfombra café, café mugre, la mirada vacía de la mujer se queda suspendida en el movimiento impredecible de los dados  que acaba de lanzar.  Todos miramos, ahora soy la ley y debo mirar con más cuidado.  Un niño de unos trece años pasa pidiendo doscientos pesos para un "juguito" que se comerá con un pedazo de pan que lleva en su mano derecha, todos lo rechazan y éste se marcha casi sollozando.

Los dados terminan de rodar entre la alfombra y el tiempo se hace lento, lento, pareciera que caen en cámara lenta.  El sol de las dos de la tarde comienza a desvanecerse porque una nube se aparece con la única intención de llorar sobre toda la ciudad.  El trajín de carros es imperceptible en éste otro planeta donde vivir es más que una lucha, es un juego de azar con el vapuleo de las olas que traen las drogas y yo sigo pensando que es un paraíso terriblemente hermoso, mágico... desquiciado. 

El joven me mira, sonríe y sorbe un poco de humo con bazuco a bordo.  De nuevo lanza los dados, ¡pierde!. 

(Medellín, 2014)

lunes, 18 de noviembre de 2013

El día en el que el jueves se convirtió en domingo…

Todo vale mil.  Todos los operadores 150$.  Mastercarnes.  Sala X, horario de 12 m. a 8:00p.m..  Censura 18 años.  Gran cine Villanueva.  Prendería, servicio 24 horas.  No sé, sigo caminando por Bolívar, cerca a la estación Prado del metro, cerquita de Barbacoas y aun así éste jueves parecía domingo…

El aire que se respiraba en el centro de Medellín no era el típico aire a humo comprimido, humo defecado por miles de carros que a diario tosen y escupen sus flemas llenas de carboncillo, CO2 , o bien esa cosa que mata los pulmones de los que se mueren de cáncer de pulmón.  El centro estaba medio callado, porque para callar al centro se necesita, y no era gratuito que fuera a estar medio callado, lo que pasaba era que una avalancha de conciencias llenas de rabia estaban correteando, vociferando, p-r-o-t-e-s-t-a-n-d-o.  Era un tornado de furia colectiva, de pueblo desesperado, de personas al borde de un colapso nervioso por causa de la burla estatal.  

El centro parecía una plaza de algún pueblo, en algún mundo, a la espera de que soltasen los toros para la corraleja, no era el 20 de enero ni era Sincelejo pero era 29 de agosto día de Paro Nacional, una corraleja humana de tamaño descomunal.  Pero, ¿en verdad serán descomunales nuestras revueltas?...después de la insurrección de los comuneros, Gaitán y su Bogotazo, el Golpe de Estado de Pinilla, la toma del Palacio de Justicia por el M-19, no se han visto verdaderos motines, no nos hemos aventurado a desplomar las fuerzas oscuras de éstos gobiernos que solo mienten porque no tienen nariz que se les crezca, porque a Pepe Grillo hace ya mucho tiempo lo mataron.

Pero ¡hey!, yo estaba hablando de un jueves que se había convertido en domingo, no iba a hablarles de lo que vomitan a diario los noticieros de éste país, vamos a vomitar cosas bonitas.  Boooom, Boooom y boooom y comienza la gente a correr y a correr.  Mujeres, niños, hombres, mujeres de la calle, niños de la calle, ancianos. ¡Señores y señoras! con ustedes los estudiantes de las Universidades públicas gritando, corriendo, protestando, marchando.  La Avenida De Greiff parecía el escenario de una maratón de conciencias. 

 “Viva la U ¡Viva!, viva la U ¡Viva!, viva la Universidad, no la dejes ¡ no!, no la dejes ¡no!, no la dejes privatizar”  “Que se necesita pa ser policía ser un /))?=?¿%$%/()&/$ de noche y de día”-los signitos raros juntos significan hijueputa- ”.


(Momento en que la marcha estudiantil cruzaba el parque Botero, cerquita al museo de Antioquia….)

El surrealismo se había apropiado de ésta ciudad, desde el miércoles ya se venía hablando de que irían a darse posibles enfrentamientos entre la ciudadanía con la fuerza pública.  Los protestantes de Barbosa y del Oriente antioqueño ya estaban cansados de esperar hasta el desespero. En los noticieros daban recomendaciones para que se evitara a toda costa el encuentro con la rabia del pueblo, aunque en verdad la mayoría ya tiene un poquito de esa esquizofrenia que nos han inyectado nuestros últimos mandatarios.  Todo se ha ido convirtiendo en una bola de nieve gigante que viene rodando desde nuestros campos, desde nuestras carreteras, desde las minas y las ciudades.  Hablar entonces de una realidad nueva en éste país de Santa Laura y el Padre Marianito, es como recontar una y otra vez la historia de los tres cerditos y el lobo feroz, la única gran diferencia es que en nuestra historia no hay un cerdito disciplinado que pueda construir con bases sólidas el futuro de éste país.   

Ver el Éxito de San Antonio cerrado a las 5 de la tarde era inspirador porque hablábamos de un jueves y no de un domingo. Las calles vacías no represaban personas intentado llegar de un lugar a otro, era como un sueño en donde andas por un laberinto de edificios, locales comerciales cerrados y nada de nadie, un sueño donde el silencio esta turbio, no genera confianza…Boooooom.



(Shhhhh….)
 

Brrrrrrrrrmmm…. ¡Los tombos!

Como si salieran de un panal se sentían centenares de abejitas que zumbaban con sus brrrrmmmmm retumbando entre el silencio solapado de las calles de un centro de Medellín solapadito, tiernito, calladito.  En verdad no eran centenares de abejitas pero si unas treinta o cuarenta motos con policías a bordo que se enviaron para que reforzaran la seguridad.  Los señores de la fuerza pública se veían imponentes en sus motos de alto cilindraje color verde fosforescente, verde para un guayabo.   

Boooom y otra vez boooommm, la cosa no era charlando pero tampoco era en serio.  Se escuchaban de lejos insultos, “hijueputazos”, y otra gama de palabras bonitas que suelen usarse en éstos encuentros con el Estado.  En alguna esquina del parque de las luces un viejito de sombrero blanco, sombrero que nunca se quita o a lo sumo tendrá unos mil sombreritos iguales a ese, seguía con la venta eterna de sus chorizos eternos de $1.000, como si los hombres de negro –con apariencia robótica-, ni las piedrotas que lanzaban los manifestantes, desde el otro lado, lo afectasen.  El señor y su sombrero blanco siempre se le ha visto con su carro de chorizos en  una esquina diagonal al edificio Carré, en verdad su actividad no había concluido porque aun no se declaraba el paro de los que venden chorizos de mil y en verdad no es de extrañar en éste país de las maravillas que todos terminemos armando paro por todo.   Pronto será la tierra de nunca jamás en donde habitaran millones de “niños perdidos”, perdón, ese no es el nombre: “humanitos perdidos”.



(Vendiendo chorizos a los miembros del ESMAD?... o haciendo una parrillada con olor a gas pimienta.)


En verdad el paro que paralizó el centro de Medellín, esa ciudad de las Flores y, en general, el país del Carnaval de Barranquilla, conjugaba una verdadera lucha popular, la de las ruanas, la de los barequeros y los transportadores, una protesta contra la salud y la educación, una protesta contra todo, contra el mal gobierno y contra un arrume infinito de soluciones fingidas.  Algo así como cuando vas a una EPS en donde el doctor te manda acetaminofen (Unas tres cajas en promedio, cada caja con 10 o 15 grageas con 5000 mg de acetaminofen), para el ratico, es la única medicina apta para sanar todo lo que es y lo que no es enfermedad.  Entonces para el dolorcito de cabeza social que tenemos la única medicina acertada está compuesta por unas capsulas de sonrisa guasonica dotada de un discurso maquiavélico bien disfrazado para que el verdadero rostro del "Grinch" no se deje ver por ningún lado.  Es cierto, parecemos “los quien” porque aun no sabemos quiénes somos, aun  regalamos nuestros votos para que un colectivo político, no ¡artístico! –Con todo el respeto hacia los verdaderos colectivos artísticos- sea quien dirija nuestros ideales, nuestros impuestos, nuestro dinero.  En verdad la realidad de éste país sin nuevas realidades sigue presentándonos escenarios como estos…
 
Pas, pas y crashh y cae otra roca enorme a los pie de “Don señor de sombrerito blanco” y él ni se inmuta, sigue volteando sus chorizos, con esa parsimonia y esa calma que lo caracteriza. Seguian sus chorizos ahí, a la espera que se los comiesen con vinagre o limón.  Va volteando los embutidos con carne mientras los va entregando con una servilleta y una papa a uno que otro curioso.  Recibe los mil pesos y sigue volteando chorizos y luego entrega otro y así.  Pero ese día no era el indicado para cumplir con su labor de hombre que vende viandas en la calle.  De esa manera varios muchachos comenzaron a decirle cosas como éstas: “cucho abrase de ahí que lo van a aporriar”, “viejo venga le ayudo...oe, ayúdenme con el carro del abuelo”, “Hey sí viejito que te vas a quedar acá…esos manes de negro -ESMAD- que te van a comprar nada”(risas).  En verdad a “don señor” no le gustó la idea de irse de ahí, ni de que le ayudaran a correr  ningún carro, además uno nunca sabe: de pronto a un hombre de esos de negro le da por comerse uno de sus chorizos y quien quita que haga antojar al resto de la cuadrilla de hombres de negro.  En todo caso el señor se rehusaba a irse de ahí, lo más probable es que esa fuera su forma particular de protestar, de no abrirse del “parche” así una piedra lo dejase inconsciente, o muerto, en alguna parte de ese Parque de las luces... ¡Por ahora! mejor me como un chorizo con un poco de gas pimienta. 

Fue un jueves surreal, un jueves con el temor a cuestas y la incertidumbre como respuesta a todas las preguntas. Murmullos, especulaciones, boom y boooommm, ESMAD, insultos, gritos, impotencia, silencio, silencio.....ninguna respuesta, ninguna solución, de nuevo la normalidad en un país anormal.....
(Medellín, 29 agosto 2013)