martes, 12 de noviembre de 2013

Pensamientos de una cabeza sin pensamientos...



Deambular por las calles de ésta ciudad gris (gris a mi parecer) mientras la miseria carcome cada espacio de ella.  Mirar los rostros alegres de la gente mientras los barrios, calle arriba, se derrumban por las peleas entre combos.  Gorras planas, rostros de hombres sin espíritu y olor a mariguana por todos lados.  En que cloaca humana nos hemos convertido.   Shhhh, no pienses en voz alta -me dice la conciencia.   Cual shhhh, cual mierda esa de callarme si ya nos sellaron, a las malas, los labios.  Queremos innovar como ciudad pero no innovamos como personas, no nos revelamos ante tanta sangre cayendo del cielo.  Traiciones, matanzas, más gorras planas, más atolondrados, más “Ñengo Flow”, menos carisma, menos respeto por la vida, por eso que llamábamos “ser humano”.  Deambular por “El parque del periodista”, por  el “Carlos E” y ya no sentirlos como un espacio propio; caminar por el centro y sentir el arrume de gente que no sabe para dónde va y de dónde viene.  Encontrar en las calles las miradas desesperadas del desempleo, la injusticia social, el estrés provocado por las malas administraciones de turno.  



Bang, bang y las “Las montañas de mi tierra” al carajo.  Llega ésta  Feria de flores” y todos piensan en rumba, más rumba mientras la ciudad se derrumba, la derrumban.  Que carajos pensar en los más oprimidos, los que están de luto, los abatidos por la miseria si el aguardiente antioqueño esta “Pa las que sea”.   Pa las que sea” menos para arreglar esta realidad donde los borrachos están autorizados para matar así sea con un automóvil –¿Audi?- a quien se les atraviese.  La impunidad se sigue riendo de la ley, sigue escupiéndole en la cara a las víctimas.  Con gorritas planas de burrito seguimos innovando mientras el ruido obsceno del “reggaetón” sigue carcomiendo cabezas, sigue opacando con vergüenza eso que llamamos belleza.   Ciudad gris, para mí sí que lo es, sigues ahí como una meretriz ante el mundo vendiéndote baratica, bien baratica.  Sí, seguimos innovando con grupitos de jóvenes sin destino -¿”Destinitos fatales?”-, sin conciencia, sin cabeza.  Sigo deambulando por las calles de una “Ciudad pesadilla”, pensando que no es necesario pensar, Jajaja, para que pensar en la ciudad más innovadora del mundo, ciudad sin jueguitos Olímpicos….o bien, si hay olimpiadas para muertos.


Gorritas con la teja plana, gorritas medio puestas, gorritas sin cabeza a bordo.  Por qué me dará vergüenza la miseria de mi ciudad -¿Cuántas veces he dicho miseria?-, por qué me da desespero pensar en ésta ciudad desesperante, por qué pensar tanto en una ciudad que no tiene sentimientos, no quiere, no nos quiere vivos.



Hum que deliciosa se torna ésta ciudad seductora, de ¿”pobres corazones”?.  Ja, ni sé por qué pienso así, ni sé por qué sigo ensimismado en éstos pensamientos estúpidos, inaportantes, por qué seguir acá, ah verdad que no hay viajes interplanetarios.   Pero ahí está el “Aguardiente antioqueño pa las que sea”, sí, ya hay un menjurje que te cura todos los males -¿Serán sinónimos miseria y “Pa las que sea”?-.  Ya no huele a progreso, huele a mariguana mal fumada, a cripa, a mujeres sin sentido, sin sexto sentido, cuando son ellas, sí: las mujeres de verdad, quienes construyen país con ese otro sentido llamado sentido común, un sentido cada vez menos común.  Esta ciudad huele mal, huele a desecho humano, a podredumbre, huele a ruido, a ruidoton.  Ya no hay una “Eterna primavera”, ni hay flores entonces para que una feria de flores sin flores.  Pa que zapatos si no hay casa, pa que hijueputas” – dijo por ahí un sabio de escasos 14 o 15 años en alguna película de una infeliz vendedora de rosas.


No todo es malo me dice la conciencia, ¡ja! No todo es malo pero ya la mayoría de cosas se están pudriendo, pienso con mis labios sellados, cosidos por la censura de la estupidez.  Esta cosa que escribo esta hecha con tinta transparente sacada de mis ojos, son lágrimas perturbadas por una noche hecha de silencios.  Cuando duermo salen de mi cabeza monstruos con gorritas de teja plana, tarareándome letras compuestas de nada, jovencitos con los ojos desorbitados cayendo putrefactos, llenos de hoyos, con plomo en la sangre, con un “Pa las que sea” en sus cabecitas.  Sé que no hay redención, sé que por ésta sopa de letras y palabras nadie sacará nada para su vida.  Solo podrán sorber de ese liquido que está “Pa las que sea” y así, ebrios de estupidez, se reirán de lo que escribo.   


Soy solo una palabra mal escrita en algún cuaderno, soy solo un silencio intentando gritar mientras una bruja invisible se monta encima para que no hable.




Solo se derrumba una ciudad, muchas ciudades, un planeta que grita duro:¡Que viva la rumba!. Ya no existe una verdadera conciencia humana progresista, desde que se impuso el minimalismo el hombre se ha ido convirtiendo en un ser netamente instintivo.   De que me sirve tanto hablar de la “Ciudad gris” si todos la ven de colores, colores extraídos que salen de unas gafas con cristales de colores.  Y aquí siguen entreteniéndonos con distractores, distractores para la mente, extractores de cerebros, armas con silenciadores para matar conciencias, miseria, ese es el derecho que todos tenemos: un bulto de miseria para cada persona.  Por las noches llegamos a nuestras casas y encendemos la tele y los canales de Bogotá distribuyen a las demás “provincias” una serie de paquetes con las mejores series en donde se nos restriega incesantemente lo miserables que hemos sido.  Escobar, Castaño, mulas, prepagos, Tijeras son algunos de los nombrecitos que se proyectan en las pantallas mientras la gente se idiotiza con el carnaval de la muerte que han edificado algunos gañanes de nuestra raza.  Que excitante es ver nuestro dialecto, nuestro lenguaje, vulgarizado por estos señores que desean desmembrar cerebros con el consumismo como cirujano.   Ya no parecemos una raza colombiana de empuje, somos la herencia de los narcos, los paramilitares, los guerrilleros.


Oh felicidad: ¡somos la capital del Reggaeton!, que bonita es nuestra patria, una patria  que ya no es “boba”…ya la idiotez se apoderó de ella y ello es una enfermedad de difícil cura porque se asemeja a una epidemia.

Mostrando mostrocidades...



Siempre estuvo ahí, jugueteaba por las noches en el armario de mi habitación. Ahí estaba, esperando que alguna mañana lo mirase y le hiciese alguna mordisqueta.  Quizás añoraba entrañablemente que me asustara apenas lo viese ahí. Que corriese por toda la casa gritando como loco: ¡hay un monstruo en el armario, hay un monstruo en el armario!.  Pero no, nunca he creído que existan los monstruos y mucho menos resguardados dentro de un armario.  

Amorfo, peludo, amarillo.  Nunca supe en verdad si tenía uno o seis brazos, o si acaso ese enorme ojo eran mil en total. Cuando hacia frio sentía como suspiraba, titiritaba incesantemente, daba tristeza.  En esas noches se acostaba conmigo.  Recuerdo que la puerta del armario se abría y de ella salía una bolita peluda que brincaba hasta mi cama.  Su respirar era agitado, como si tuviese un pulmón muy pequeño, después ese respirar menguaba hasta quedar en silencio, dormidito.  Yo lo cobijaba con mi manta, la misma mantica de Mickey Mouse que me regaló mamá el día de mi cumpleaños.  Esas noches dormíamos apaciblemente. Al otro día mi amiguito ya no estaba en mi lecho de los sueños.  En la madrugada se devolvía para el armario, su rinconcito.   

No sé cómo llegó a mi armario, no sé si era de otro planeta o era una especie de monstruo en vía de extinción.  Solo llegó ahí.  Nunca le conté a mis padres lo del monstruo, mucho menos a  mi  hermanita Sofía.  Además ese tipo de secretos no se le puede ir contando a todo el mundo, podía ser peligroso para el monstruo y hasta para mí, porque el monstrico se podía ir en contra mía y en una noche cualquiera comerme de un solo bocado.  Mi monstruo no tenía boca, nunca se la vi.  No sé de que se alimentaba, alguna vez tuve la teoría de que se alimentaba de mis pensamientos, de mí, y esa hipótesis la saqué desde esa terrible depresión que casi me mata, me acuerdo que mi amiguito del armario también se hallaba escuálido, triste, depresivo.   Mmmm si, en últimas se alimentaba de mi, era una especie de vampiro pero sin sangre en sus entrañas.  



Una mañana cualquiera fui a sacar mis zapatos de mi primera comunión y no lo vi, no, no estaba.  Lo busqué por todas partes, por cada rincón del mundo.  No hubo centímetro de este vasto planeta en donde no haya buscado su rastro.  Recuerdo que llené mi bolso de frutas, dulces y un botellón con jugo de maracuyá y les dije a mis padres que me iba en mi carro de rodillos a recorrer el mundo.  Mis papás me echaron la bendición y me dijeron que me portara bien en cada país al que fuera a ir.  Me marché con la esperanza de encontrarlo en alguna parte pero nunca, nunca más, le volví a ver.  Tal vez se fue para el armario de otro niño, quizás se aburrió por lo estrecho que es ese armario de mi habitación.  Pues me lo hubiera dicho y yo le hubiese hecho una casita solo para él.  ¿Saben? Lo extraño, aunque cada noche siento murmullos en el armario y ello me reconforta, otras veces, cuando estoy triste, siento suspiritos y lloriqueos en ese armario, en ese rincón.

 Y Sí, ¡Sí! Era eso, creo que él era una especie de vampiro y no-de-monstruo, siempre dije que no creía en los monstruos en el armario…pero en mi caso: ese era mi armario y ese era mi monstruo.
(Espero te guste, aspiro que te encariñes con mi monstrico….estoy esperando el tuyo)