El Gritooooooooooooo!
(Carta de un esquizofrenico)
Oh no, no y no. No puedo ser yo. Ahí, en alguna parte de esta sucia ciudad, paralizado, gritando, llamando a la nada, pero no ¡yo-no-sé-gritar!. No, ese no soy yo, tal vez sea otro. Tal vez sea una momia peruana que despertó del sueño eterno y se asombro tanto con esta maldita realidad que no le quedó otro remedio y ese remedio fue gritar y gritar hasta que alguien, tal vez dos hombres, se acercaran y le asestaran un golpe en la cabeza que nuevamente, y para su fortuna, se la llevase por segunda vez de este otro mundo. No, ese no puedo ser yo, nunca he gritado, nunca lo haría ¿o sí?.
Bueno y si lo reconociera y en realidad fuese yo ese sujeto que esta gritando, si en verdad fuese esa momia que se escapo de algún museo para gritarle al mundo con la única intención de despertarlo de ese letargo al que esta siendo condenado. Claro que no es bueno reconocer este tipo de actitudes y menos con esta sociedad llena de prejuicios vanos, aspectos morales que no llevan a ningún sitio, personas totalmente podridas por dentro y por fuera, ja, por fuera, pobres cuerpos, fachadas invadidas de vanidad, soberbia y miseria, si, miseria, podredumbre, hedor, hedor a ser humano.
Ayer desperté temprano y salí de casa a dar una vuelta. ¿Saben? Los mire y estaban contemplando mi humanidad y comprendí que sus ojos hablaban y sus bocas emitían burlas. Si, eso fue lo que ví, en vez de encontrarme un amistoso sol de verano me encontré con sus rostros. Pobres, pensé. Miserables, volví a pensar. Aun cuando hacia calor corrí hasta llegar a mi casa, el único lugar en el que encuentro una verdadera tranquilidad, la única tranquilidad del mundo, la única tumba en la que puedo vivir mientras muero. Hoy me levanté nuevamente y salí a dar otra vuelta y de nuevo regresé bombardeado por sus miradas, nuevamente sentí el murmullo de sus ojos, las risotadas en sus bocas. Silenciado por sus existencias, y por la mía que se asemeja a ustedes, tomé uno oleos y comencé a gritar, y grite sin parar todo el día. Sé que los vecinos se asustaron, sé que asuste la niña que siempre pasa y me sonríe cuando estoy en el balcón. Sé que no les gusto mi grito, pero ¿saben? no me importa. No contento con ello, tomé el buzo negro y Salí de prisa, recorrí varias calles de esta ciudad, sentí el hedor que se esconde tras su progreso, sentí tristeza, me dieron ganas de matar al mundo, de ahorcarlo, pisotearlo.
Sí, fui yo quien grito, fui yo quien lanzó ese alarido ininteligible, ese ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh que duro cerca de diez minutos, fui yo quien lanzó injurias en contra de su naturaleza, fui yo quien se reveló ante este mundo lleno de farsas, farsas con cerebro, manos, pies, ¿sentimientos? ¿Sentimientos?, ja, quien se creen ustedes para pensar que son eso, quien me creo yo para pensar lo que pienso. Solo soy eso: un grito, un grito que le lanzo al agua, un grito que lanzo a la vida antes de morir. Oslo me da náuseas, cualquier lugar en este mundo me da vomito, ustedes me dan lastima y yo, pobre, un pobre grito que emite algún miserable, otro de ustedes. ¿Yo? Si, yo soy el grito, el desespero, la desidia, la tristeza, el murmullo del agua que pide un poco de silencio, el silencio hecho bullicio.